Recién recordó su llegada a este jardín(llamado Tierra), le dió algo como nostalgia...
Miró a su alrededor, no había nadie y se echó sobre el pasto; se puso los audífonos y contempló las nubes. Sonaba algo de The Smiths. Pensaba cuánto le gustaba escuchar la voz de Morrissey, le pareció verlo por un momento frente a ella con su imagen andrógina y su pose rockstar de antes.
El fin de semana había comenzado.
Sábado 7:01 am. A unos pasos de Rectoría contemplando el cielo con Musica en los oídos, viendo pasar el viento que viajaba un poco pesado cargado de polvo, pánico citadino, miedo y paranoia a una epidemia que ha inmovilizado a un gran porcentaje de la ciudad. Todo eso levantaba y se llevaba el viento que le cruzaba la cara.
A todo esto ¡¿qué hacía ella a esa hora en sábado fuera de su casa acostada en el pasto de Ciudad Universitaria escuchando música?!
Uno de “Dos juegos de palabras”, es la razón. Pieza en tres escenas. Cortázar. Es la razón.
Su padre, antes de salir de casa le advirtió de la manera más fría y con palabras agridulces que sólo él sabe hacer salir de su boca: “No salgas a ningún lado, si lo haces mejor busca dónde quedarte no quiero que arriesgues a la familia”. Su padre, un parnóico irremediable, tejedor de imposibles, hombre de promesas violentas, de inteligencia elevada hasta la locura, hombre iracundo e irónicamente espiritual (de palabra, no, de palabra no, de palabras muchas y contradictorias);y que a veces suele ser sólo un extraño en la vida de ella, había hablado. Lamentablemente y sin remedio la presnecia de aquél hombre, su padre, se ha convertido en una aplastente ausencia. Huérfana a la fuerza. Salió de casa mientras todos seguían aún en sus camas, resonandole aún las palabras del padre, le dijo “gracias por preocuaparte, me cuidaré”.
El sitio donde debía llegar estaba casi vacío, el microbús que había abordado para llegar a tal lugar le había dejado en los poros una sensación de tensión mezclada con tranquilidad pues el transporte parecía estar infectado de miedo mucho miedo. Pero antes de bajar una señora de avanzada edad la miró con el cubrebocas y le dijo: “Tengo 15 años leyendo la biblia, no necesitas ese ridiculo cubrebocas”, la mujer que hablaba tenía un dinete que "E" no dejaba de mirar mientras hablaba pues brillaba demasiado. “Te voy a contar algo antes de que te bajes” dijo. E, con curiosidad escuchó. “Un hombre un día vió pasar a la muerte y le preguntó que a donde iba, la muerte le contestó que se dirigía a hacer sus deberes -voy a África a llevarme con una epidemia a 5 mil personas. El tiempo pasó y después de unos cuantos meses este hombre la volvió a ver y muy alarmado y furioso le reclamó ¡Eres una mentirosa! Dijiste que solo te llevarías a 5mil y hubo 500mil muertos; no, te equivocas, le contestó la muerte, yo sólo fui a llevarme por medio de la epidemia a 5mil y así fue, los otros se murieron de miedo”. La viejita sonrió y luego se quedó callada con la tranquilidad de quien ha dicho una gran verdad.
El sol acababa de salir, mientras esperaba y con toda clase de pensamientos encima se recostó en el pasto a esperar. Pronto llegó A, después de tres o cuatro canciones la última fue de Lou Red, A era la esperanza y la prueba de que E no estaba tan loca. Juntas recostadas en el pasto de C.U platicaron de lo inevitable, lo que estaba en boca de todos, de lo que tenía a todos encerrados en sus casas. Luego de Joy Division llegó la chica española, M; quien muy probablemente había dormido poco, pero ahí estaba. Fito Paez cantaba para las tres en la pequeña bosina de un celular mientras esperaban a los demás. Justo después de “A lado del camino”, Lino Patruno dió paso a la primera escena todos (todos menos uno)habían llegado, L, V y O, muy tatde pero se encontraban presentes al fin.
E no estaba loca; tal vez sí, un poco pero ante todo era profecional y fiel a sus convicciones igual que quienes asistieron a la cita. Si debía morir, no lo iba a hacer encerrada en su casa, eso era un hecho.
Morir, pero que alarmismo, que absurdo. Es como tener miedo a mojarse cuando se va a nadar. Los griegos lo sabían por eso vivían por eso fueron tan grandes; lo único seguro en la vida es la muerte una eterna enamorada de la vida.
Así E comenzó la dirección de orquesta de aquél “juego de palabras” escrito por Cortázar. Al término del ensayo se despidió de todos y agradeció el profecionalismo de los asistentes.
Tomó su camino habitual hacia el trabajo.
La única epidemia de la que hay que tener cuidado, mucho cuidado es la de la apatía y el miedo que ha matado en vida a más del 70% de la humanidad y aún no lo saben. La vida sigue
La vida en busca de su eterna enamorada.
Un buen día harán el amor la vida y la muerte se desintegrarán por pasión y se harán una sola entidad...
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