¿Hay un verdadero sentido de las cosas, de la vida, del ser y estar y preguntarse estas mamad…perdón, estas cosas?
Si lo hay debe ser algo que subyace en el inconsciente.
Por tanto, me quedaría un poco absurda la tarea de buscarle un sentido a la vida. Ahora debo entrar a un salón de clases y sentarme en una butaca durante dos horas, cruzando y descruzando las piernas, moviendo de vez en cuando los dedos de los pies, a jugar con mi pluma y rayar por las esquinas mi cuaderno, mientras un hombre resignado pero cómodo con la vida, por lo menos con su vida; habla y habla y habla y jamás parece interesado por algo que no sea un dato histórico. Dos horas, dos largas y aburridas horas. Me pregunto con una incesante necesidad de respuesta: ¿Tendrá sentido hacer eso? No Esmeraldina, no debes preguntarte por el sentido de las cosas. Y mucho menos juzgar los deberes. Renuncio a mi deber, renuncio por tanto a mi derecho. No quiero un numerito en un papel que compruebe que yo estuve sentada en una butaca dos veces por semana ocho horas durante algunos meses. No tiene sentido. …Quizá es esto un pretexto con el cual me excuso hoy de no haber entrado durante tres semanas a esa clase tan aburrida y en su lugar mis ojos permanecían cerrados y mi cuerpo envuelto en cálidas sábanas sin remordimientos.
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