El día avanza
flagrante se desliza
cantando el tiempo.
Un viejito sube pesadamente al microbús, al pagar se le caen dos monedas y se van rodando por los escalones hasta la puerta. Se sienta resignado a lado de una ventana y se le oye vociferar algo como: "lo que sí es un hecho es que esas monedas no iban ha permanecer por siempre en mi bolsillo", sonríe y saca un librito "el vaquero" para leer. Las bocinas del microbús retumban con una salsa interminable
El calor aletarga los cuerpos de los pasajeros y algunos duermen. En un semáforo el transporte se detiene y aquél viejito de ojos grisáceos y cabellos blancos estornuda escandalosamente despertando a la señora del asiento de atrás, al mismo tiempo un celular hasta el fondo del microbús suena con agudas notas de una canción probablemente de Belanova. La señora que despierta camina rápidamente hacia la puerta trasera y toca el timbre con desesperación, seguramente ya se pasó, mientras accidentalmente cruza una mirada con la joven que sostiene un celular por el cual habla despreocupada y con una sonrisa en el rostro. El microbús para nuevamente, la señora se baja con su gran bolsa de mandado. Otro celular suena en algún lugar del microbús, un niño llora y ahora es una cumbia la que sigue sonando incansablemente.Mi cabeza va pegada a la ventana en un asiento desde donde observo todo.
flagrante se desliza
cantando el tiempo.
Un viejito sube pesadamente al microbús, al pagar se le caen dos monedas y se van rodando por los escalones hasta la puerta. Se sienta resignado a lado de una ventana y se le oye vociferar algo como: "lo que sí es un hecho es que esas monedas no iban ha permanecer por siempre en mi bolsillo", sonríe y saca un librito "el vaquero" para leer. Las bocinas del microbús retumban con una salsa interminable
El calor aletarga los cuerpos de los pasajeros y algunos duermen. En un semáforo el transporte se detiene y aquél viejito de ojos grisáceos y cabellos blancos estornuda escandalosamente despertando a la señora del asiento de atrás, al mismo tiempo un celular hasta el fondo del microbús suena con agudas notas de una canción probablemente de Belanova. La señora que despierta camina rápidamente hacia la puerta trasera y toca el timbre con desesperación, seguramente ya se pasó, mientras accidentalmente cruza una mirada con la joven que sostiene un celular por el cual habla despreocupada y con una sonrisa en el rostro. El microbús para nuevamente, la señora se baja con su gran bolsa de mandado. Otro celular suena en algún lugar del microbús, un niño llora y ahora es una cumbia la que sigue sonando incansablemente.Mi cabeza va pegada a la ventana en un asiento desde donde observo todo.
Más afuera pueden escucharse sonar tantos y tantos automóviles haciendo sonar su clackson con tal euforia que parece algo está a punto de pasar.
Lo triste es que no pasará nada que no sea la misma histeria de siempre ante el caos de ciudad.
Realmente quisiera un minuto a solas para conocer el misterio de esta ciudad que aún no conozco, a decir, el silencio; pienso eso mientras sigue todo su marcha y enseguida un vendedor sube ofreciendo dulces, evidentemente le compré uno (creo que soy dulzómana o glucómana o como se llame).
El calor es insoportable, pienso; inmediatamente dejo de observar y prestar atención a todo lo que ocurre y me percato de mi cuerpo, ¡Puta! ¡no tengo pies! y mis dedos están deshechos!! qué me pasó!!??. Un ataque de pánico comienza a invadir mi cuerpo cual serpientes venenosas.Volteo y el celular de aquella joven parece ser un enorme lagarto, el niño que llora se ha convertido en un especie de ornitorrinco que maúlla implorando auxilio, el viejito de cabellos blancos tiene huecos los ojos y una mano que sale por la ventana alargasndose kilométricamente para alcanzar las monedas que se le han caído cuando subió. Los otros automóviles allá afuera se han agigantado y los sonidos de clackson parecen trompetas justo en mis oídos y ahora todos cantan esa terrible canción que se ha repetido una y mil veces en ese microbús.
Estrés.
Despierto tarde, me he pasado más de un kilometro. Caminaré y
el día avanza...
cantando el tiempo de esta gran ciudad de caos.
Pienso en esas pequeñas cosas de la vida, me siento desestresada...
Pienso en un hombre, en su misterio, en su locura...
Pienso en la magia de la imaginación, su influencia en mí...
Pienso en mi quehacer, me siento artesana...
Pienso en el arte, en el teatro, me siento religiosa...
Estrés.
Despierto tarde, me he pasado más de un kilometro. Caminaré y
el día avanza...
cantando el tiempo de esta gran ciudad de caos.
Pienso en esas pequeñas cosas de la vida, me siento desestresada...
Pienso en un hombre, en su misterio, en su locura...
Pienso en la magia de la imaginación, su influencia en mí...
Pienso en mi quehacer, me siento artesana...
Pienso en el arte, en el teatro, me siento religiosa...
dejo de pensar... Ahora me siento mejor
He llegado a casa.
Y el tiempo avanza...
He llegado a casa.
Y el tiempo avanza...
19/Abril/09)
1 comment:
Durante el tiempo que duró el peregrinaje pudo observarse un fenómeno nada especial si se toma en cuenta el hecho de que ordinariamente sucede lo mismo a lo largo de la vida humana: las personas se encontraban, hacían relaciones íntimas aparentemente duraderas y luego se separaban sin cambiar de camino pero sin comunicarse, como si no se conocieran. A veces había una especie de reconciliación y seguían adelante juntas, en otras ocasiones existía un resentimiento más o menos demostrado que las separaba definitivamente. La impresión no es de permanencia entre otras razones porque al avanzar, el paisaje cambiaba radicalmente: hubo desiertos y zonas rocosas, también praderas verdes y montañas azules, pero las zonas más propicias para los intercambios fueron los bosques. En el cómputo final se dijo que pasaban más tiempo en ellos porque se retrasaba alguno, se entretenían, dormían con mayor profundidad y hasta placer. Musgos, heno, sombras, hojas contra el cielo, movimientos secretos en el agua. Ya se sabe. La capacidad de disfrute perdura aun en las condiciones más extremadas.
Post a Comment